dissabte, 14 d’octubre del 2006

Sobre la biblioteca y archivo de Antoni Ribera

Recientemente se ha puesto a la venta una parte de la biblioteca y archivo de Antoni Ribera (www.antonioribera.com). Nos ha parecido interesante aportar algunos datos sobre la suerte corrida por la misma.

En vida de Antoni Ribera se barajó posibilidad de que su archivo personal sobre la época franquista pasara a disposición del pueblo donde vivía, Sant Feliu de Codines, pero parece que el asunto no llego a buen puerto.

Al morir Ribera en el año 2001, la familia desmanteló su piso, que era de alquiler, con las normales prisas de querer dejar de pagar por nada. Parece ser que Javier Sierra se presentó con rapidez a reclamar el ordenador que utilizaba Ribera en sus últimos años, argumentando que se lo había financiado él y, por tanto, era de su propiedad. Es posible que junto al ordenador se llevara cierta documentación sin precisar (y, en palabras del propio Sierra, poca cosa).

Por otro lado la biblioteca fue vendida a un librero de Barcelona quien, como acostumbra a pasar, seleccionaría aquellos volúmenes con más salida, –esto es una suposición pero se basa en el hecho que el librero existe y hace dos años aun tenía libros de Ribera; recordemos que Ribera era traductor literario–. El resto fue a parar al container porque la familia ya no estaba dispuesta a pagar más alquiler y los libros no los quería nadie, de todas aquellas personas consultadas. Es en este instante, al parecer, que hace acto de presencia Albert Joan, quien se queda con una parte que se salva de la basura y ahora vende los ejemplares.

Joan Cordera, un vecino de Ribera, sin ningún interés por la ufología y que había sido su ayudante durante seis años para ganarse algo de dinero mientras estudiaba, haciéndole de secretario o algo parecido –le pasaba las notas al ordenador, le ordenaba los papeles, etc. –, escribió una carta de protesta en el periódico Avui al comprobar que la familia había tirado libros al container. Él no se relacionaba con la familia y pudo recuperar algún libro de la basura, pero no todos ya que aquellos días llovió y se estropearon sobremanera.

Resumiendo, Albert Joan posee una parte de la Biblioteca de Ribera, básicamente la ufológico, pero también alguna cosa más como un diario personal de su actividad clandestina, papeles, etc. El resto de la Biblioteca estuvo en manos de un librero de segunda mano y una tercera parte fue a parar a la basura. Lo que no terminó en la basura del archivo fue repartido entre Albert Joan y Javier Sierra.

Es lastimoso ver como el aporte cultural de las personas desaparece en nuestro ámbito poco a poco. Antes de Ribera se perdieron otras muchas bibliotecas y otros muchos archivos. Se perdieron o se dispersaron, y con ello perdimos y dispersamos la memoria y el aporte de aquellos a quien a menudo reivindicamos como padres. Tal vez sea la ocasión de hacer un último esfuerzo, quienes consideren lícito explotar económicamente esta documentación que la saquen, no discutiremos sobre su derecho, pero también que se aseguren que algún día se pueda acceder libremente (o pagando) a esos fondos, aunque sea después de desaparecer ellos mismos.

Martí Flò (mfloc@hotmail.com)